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Recuperar la tierra para recuperarlo todo

 

 

Según los relatos de nuestros abuelos, el pueblo “Misak” cosmogónicamente nos denominamos como hijos del agua debido a que nuestra cosmogonía expresa ese origen desde dos lagunas, las cuales son: la Laguna Ñimbe y la Laguna Piendamó armonizadas por un “arco iris”, que da origen al ser Misak desde un contexto natural que nos da la importancia del amor a la naturaleza, de cuidar todo lo que hay en ella, los diferentes recursos naturales que existen sobre la tierra.

Se habla de un legado importante de los abuelos que inició en los años 80’s, ese legado nos dice “recuperar la tierra para recuperarlo todo”, una insignia del pueblo Misak, entendida desde un terminó más profundo que a oídos de las personas no indígenas es mal interpretada.

Esta insignia lo que expresa es recuperar nuestras vivencias propias, nuestra cultura, nuestra tradición, un sinfín de riquezas naturales que están entrelazados entre nuestras vivencias en nuestra ley de origen. No es solamente la tierra, si no también nuestras riquezas culturales y las tierras que han caído en manos de grandes capitalistas, tierras que finalmente fueron territorios nuestros.

El proceso de la recuperación de tierras inició en los años 80’s, con el liderazgo de los taitas, quienes se organizaron a través de reuniones en casas familiares, las reuniones eran de forma clandestina sin que los terratenientes se dieran cuenta, puesto que había una persecución hacía los líderes que orientaban las recuperaciones de tierras.

Para el año 1980, inició la primera avanzada con 4.000 comuneros Misak, esta recuperación se dio en la finca Las Mercedes que estaba en manos de algunos políticos representativos de la época y quienes explotaban a los indígenas mediante el trabajo forzado. Sobre este ejercicio la respuesta del Estado fue la militarización con soldados y la policía quienes trataron de controlar o amedrentar a los comuneros que ingresaron a dicha finca.

En este ejercicio pasaron varios meses. Según recuerdan los mayores, varios líderes perdieron la vida como fue el caso del taita Juan Tunubala, quien fue asesinado por personajes desconocidos que llegaron a hasta su casa, se lo llevaron, lo torturaron y posteriormente lo enterraron en una fosa común.

En la actualidad el pueblo Misak continúa con sus manifestaciones en rechazo a las simbologías que no representan la cultura, y que en cambio representa al conquistador. En ese sentido, sabemos que muchas de las representaciones simbólicas que hay en las principales ciudades son monumentos que están dedicados a una representación de racismo y del colonialismo, una representación de genocidio que hubo con la invasión española y la colonización. Es así que el pueblo Misak desde el Nu Nachak se organizó para empezar a derribar estas estatuas en las principales ciudades.

Un ejemplo de esto se dio en la ciudad de Popayán donde derriban la estatua de Sebastián de Belarcazar, ubicada en El Morro de Tulcán, puesto que dicho lugar representaba un espacio sagrado del pueblo Pubenense, el pueblo del cacique Payan se reunía en ese lugar para hacer sus diferentes rituales, en ese sentido al estar la estatua del conquistador era una forma de enviar un mensaje de colonialismo y de racismo hacia las comunidades indígenas.

Posteriormente se procede a hacer el mismo ejercicio en la ciudad de Cali con el monumento de Sebastián de Belalcazar, luego en la ciudad de Bogotá con el monumento de Gonzalo Jiménez de Quezada, y se hace el retiro del monumento de la Reina Isabel y la de Cristóbal Colón, y además, se gana el nombre de la avenida Jiménez como avenida Misak en Bogotá.

Este ha sido un proceso bastante grande que se ha logrado en el marco de recuperación de la tierras, no solamente la tierra como espacio físico, sino también de recuperar la memoria, porque a través del colonialismo nos han cambiado muchas formas de pensar, de vivir y hemos sido sometidos a este tipo de acciones que poco a poco acaban con nuestra cultura.


Por: Johana Morales 

Texto realizado en el marco de La Escuela de Formación Vientos de Comunicación-CRIHU, 2021.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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