El parque
arqueológico de San Agustín fue declarado monumento Nacional en 1993 por el
Consejo de Monumentos Nacionales y además, se le declaró como testimonio único
y excepcional de una civilización desaparecida, un reconocimiento dado por la
Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura
–Unesco- en 1995.
El parque está
ubicado dentro de la lista de patrimonio mundial y lo obliga a realizar un control
y manejo especifico del patrimonio mediante las directrices establecidas por la
Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial Cultural y Natural de
1972. (Velásquez, 2018). La administración del parque está en manos del Instituto
Colombiano de Antropología e Historia (ICANH), que vela por su cuidado, sin
embargo desde el instituto no se tiene encueta la desarmonización que ha causado
en diferentes comunidades indígenas presentes en el municipio de San Agustín.
Al respecto las
autoridades del resguardo indígena Hatun Wakakayo Yanakuna de San Agustín
(Huila) manifestó que exige al ICANH devolver a su lugar de origen los
vestigios ancestrales indígenas que fueron removidos en el año 2020 de la
vereda La Gaitana correspondiente al municipio arqueológico, una estatua que representa
la maternidad para los pueblos indígenas asentados en este lugar.
La escultura fue
abandonada en la parte trasera de una escuela en la vereda Quinchana, cuando la
pretendían trasladar de su lugar de origen y ubicarla en un sitio estratégico
para una mejor vista y acceso de los turistas. Estos vestigios fueron removidos
por delegados del ICANH y la dejaron a la intemperie sin las adecuaciones
requeridas para su preservación.
La estatua quedó
recostada sobre la tierra, bajo unas tejas de zinc y así permanece desde el
2020. El pasado 8 de febrero de 2021, las comunidades indígenas asentadas en el
municipio de San Agustín, Nasa, Yanakunas e Ingas se reunieron en la caseta
comunal de la vereda la Gaitana para tratar la situación del traslado irregular
de ese vestigio indígena. Tema que fue abordado por la comunidad y el personero
de San Agustín donde en dicha reunión, las comunidades pactaron unas exigencias
al ICANH para que devolvieran la estatua a su lugar, puesto que la remoción
generó un desequilibrio espiritual y desarmonización territorial en la
comunidad. Además, se le solicitó al instituto respetar lugares sagrados, así
como también el respecto a decidir sobre los vestigios donde están asentadas
las comunidades indígenas.
También se les exigió
un monto económico para reparar los sitios alterados por el ICANH y para la
creación de bibliotecas que abarquen toda la historia de las comunidades que
milenariamente sobreviven en este territorio para alimentar más la educación
interna. Sin embargo, a la fecha el ICANH no ha manifestado respuesta alguna
hacia la comunidad Yanakuna mientras la estatua sigue abandonada al alcance de
todos.
El patrimonio
cultural de Colombia y el territorio están protegidos mediante leyes y decretos
establecidos a través de la Constitución Política de Colombia, uno de ellos es
la Ley General de Cultura que busca definir los principios fundamentales. En los
conceptos generales que facilitan ejercer la norma en un país pluriétnico y
multicultural donde la diversidad es fundamento de la nacionalidad colombiana.
Siendo uno de los principales elementos para estimular los procesos de
reconocimiento y respeto identitario, así como valorar, proteger y difundir el
Patrimonio cultural de la nación sin ejercer censura sobre la forma en que se
realicen esos procesos de apropiación.
Es claro que el
ICANH en este sentido no está protegiendo las esculturas, sino que por el
contrario desarmoniza con su reubicación de sus lugares de origen.
Milenariamente estos vestigios ancestrales han estado ubicados en el territorio
y allí deben permanecer por cuestiones cosmogónicas de las comunidades presentes.
Para el pueblo
Yanakuna por su parte, las Rumi –piedras- son consideradas las abuelas, ellas
hablan en un lenguaje distinto al humano, también tienen vida, observan, escuchan
y cuidan a sus hijos los Waikos y Kochas que son los ríos, lagunas y quebradas.
Cada piedra puesta sobre la tierra guarda la memoria de los cantos y danzas
realizadas por los antiguos, quienes con profundo respeto admiraban su belleza,
por ser fuente de vida y conocimiento.
Es importante
mencionar que la comunidad Yanakuna ha sido uno de los guardianes de este
territorio desde hace mucho tiempo, quienes se han dedicado con la comunidad a
ofrendar, armonizar, danzar y realizar todo tipo de ritualidades en este sector
para que continue el equilibrio natural junto con los niños, mayores, jóvenes
mujeres han participado de encuentros ceremoniales con el ánimo de armonizar el
espacio.
La sabiduría de
las parteras plasmada en este lugar de la Gaitana, brinda una importante
información acerca del rol que cumplen las mujeres en el orden y equilibrio
natural, el paso a la muerte y el especial respeto por los niños que se refleja
en cada piedra tallada presente en este lugar.
Según algunos
mayores, los Yanakunas son hijos del vapor del agua, por las venas recorre la
fuerza milenaria de los tapukus que surgieron del fondo de la tierra para darles
vida como pueblo. El agua brotó con la fuerza de las piedras, sin las piedras
no tendríamos agua y sin agua, no hay vida. Remover los vestigios de los
antiguos tiene graves consecuencias sobre el territorio y el planeta, como son
el desequilibrio espiritual, los movimientos telúricos, el desorden familiar,
la violencia, cambios climáticos y la ruptura del tejido comunitario. Sin embargo,
el hombre se ha empeñado en destruir lo que le proporciona la vida, pasando por
encima de quienes custodian y protegen el territorio desde tiempos ancestrales
a nombre del mal llamado “desarrollo”.
Los Yanakunas como
guardianes del territorio y guardianes de las esculturas ancestrales que los
pueblos prehispánicos deben velar por el equilibrio “hacemos llamando al mundo,
a Colombia que debemos proteger, defender el macizo colombiano como fuente de
agua, como fuente de vida y de arqueología que nuestros hermanos indígenas y abuelos
que nos dejaron para representar esa memoria de un pueblo” manifestó el poeta
Fredy Chikangana.
Además, agregó que
“sentimos que desde nuestro mundo kichua Yanakuna le apostamos a lo que
llamamos el sumak kausay (buen vivir), el vivir pensando en esa relación del hombre
con la madre naturaleza, entre la pacha mama y el espíritu de tener una vida
más acorde al respeto, al cariño, y no al consumismo o a elementos que
contaminan la madre tierra, pensamos que los niños, los jóvenes hombres y
mujeres debemos en nuestro corazón entender que solamente tenemos una vida en
nuestra tierra, que la protección de nuestras simbologías ancestrales fortalece
nuestra cosmovisión”.
Para la comunidad Yanakuna
el parque arqueológico de San Agustín no debe representar fines monetarios,
sino estas a disposición de la comunidad indígena que protege la relación de
hombre y la naturaleza, que representa un mundo indígena milenario a través de
la simbología de los mayores.
Igualmente para otras
comunidades indígenas del municipio de San Agustín, como el pueblo Inga, estas
esculturas significan respeto, armonía, y la estrecha relación que existe entre
el hombre y la naturaleza, al respecto Liliana Bravo del pueblo Inga manifestó que
“la simbología ancestral presente en las cercanías del alto yuma tiene una
importancia fundamental para las comunidades indígenas que habitamos este
territorio, porque nos comunican directamente con la memoria y la identidad
propia de nuestros ante pasados, reconociendo dentro de cada rumi la
integralidad de nuestra cosmovisión, puesto que constituyen un lenguaje universal
común a todos nuestros pueblos, no solo presentes en Abya Yala sino en toda la
madre tierra”.
En ese sentido,
estas esculturas representan la vos y la identidad propia de los pueblos, más
que monolitos, son guardianes; las rumis son sagradas y tienen el propósito de
mantener el equilibrio de la vida de estos territorios y de los pueblos presentes
en el lugar.
Ahora la tarea para
quienes están en estos territorios, es cuidar y defender esta simbología como
parte esencial del buen vivir y protección de los lugares sagrados, donde nace
el agua. “Actualmente es doloroso e indignante el desequilibrio que ha generado
los desórdenes de occidente y sus instituciones, que en vez de proteger como es
el caso del ICANH, desordenan y desequilibran con sus irrespetos y sus
directrices nuestra simbología y nuestra espiritualidad” concluyó Liliana Bravo.
La lucha por la
protección del territorio por la defensa de la cultura y la identidad han venido
constituyéndose permanentemente, y es necesario reivindicar dentro de ella el
derecho a los pueblos de conservar los lugares sagrados, a proteger la
simbología presente en sus territorios sin ninguna intervención que
desarmonicen la vida en sus comunidades.
Para
ello, es importante tener en cuenta los mandatos que la comunidad Yanakuna Hatun
Wakakayu ha venido trabajando desde el año 2020 respecto al manejo del
patrimonio arqueológico del parque de la maternidad en la vereda la Gaitana de
San Agustín, en los cuales se manifestó que “los espacios sagrados para los
pueblos indígenas deben ser respetados, protegidos y salvaguardados, por ello
no deben ser removidas o trasladadas las piezas y vestigios sin la debida
consulta a los sabedores tradicionales de las comunidades cercanas” entre otros
que la comunidad ha dejado por escrito en harás de conservar la armonía en sus
comunidades.
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